12 de octubre, fundación de Ushuaia

El 12 de octubre de 1884 fue fundada la ciudad de Ushuaia, la más austral de Argentina, y durante más de un siglo la más austral del mundo, a orillas del Canal de Beagle.

Ese estatus de ciudad “al fin del mundo” no ha cambiado mucho desde entonces, pero hace pocos años debió entregar ese título a la chilena Puerto Williams, ubicada 10 kilómetros hacia al sur, cruzando el canal, tras haber sido elevada al rango de ciudad por la vía de un cambio administrativo. 

Hubo un conato de disputa mediática por ese título de ciudad más austral, atinadamente evitado por las cámaras turísticas de ambos países que necesitan colaboración para una demanda turística que hace circuitos cruzando la frontera, y no una nueva fuente de desconfianzas y rencores.

La zona ha sido problemática entre argentinos y chilenos. Hubo que esperar a cien años después de la fundación de Ushuaia, para que el plebiscito argentino de 1984 cierre definitivamente el riesgo de guerra entre ambos países. Un riesgo que ensombreció los vínculos en las décadas de 1880 y 1890 hasta el tratado de 1902, y nuevamente en tiempos de las dictaduras de Videla y Pinochet, en la segunda mitad de los años ’70 en el siglo XX.

Los problemas limítrofes argentino-chilenos se han sucedido en marcaciones cordilleranas más al norte, con algún instante violento en la década de 1960, y también más al Sur, en los límites antárticos.  Las áreas reservadas para propia soberanía se superponen al aplicar ambas partes el mismo criterio de fijación, y ambos países se arrojan de vez en cuando mapas contradictorios cuando exportan algún texto al país vecino sin el debido cuidado, en tremendo contraste con la hermandad forjada en las guerras de independencia y en los lazos económicos, demográficos y culturales acumulados en dos siglos de vida independiente.

Uno podría imaginarse ambos Estados resolviendo el problema antártico con un ajuste de criterio mutuamente conveniente, o más aún, compartiendo la sección superpuesta, o hasta estableciendo la soberanía compartida del sector para dar más fuerza a un reclamo que en las últimas décadas enfrenta una proliferación multi nacional de bases fuera del control argentino-chileno.

Pero no; aunque las poblaciones tornan difusas las fronteras y se entrecruzan, los Estados siguen en lo suyo, mientras la soberanía antártica es cuestionada por el grueso de las potencias mundiales, y de los firmantes del tratado antártico.

El Reino Unido, en especial, no sólo avanza con bases científicas. Aprovechó la victoria militar en la guerra de Malvinas en 1982 para expulsar una presencia argentina soberana casi centenaria en las Islas Orcadas del Sur, reconocida mundialmente por su rol científico y como clave de salvamento en emergencias navieras, ya desde su toma de posesión en 1904. La recuperación del acceso científico argentino a las islas debió hacerse en el marco del tratado antártico, pues las aguas territoriales de las Orcadas del Sur se encuentran dentro de los límites de ese tratado, una auténtica puerta antártica.

Pero los británicos no se quedaron sólo con eso: reclaman soberanía sobre un sector antártico que incluye en su interior toda la sección argentina y casi toda la chilena. Esa reclamación británica supo agregar entre los años 1908 y 1917 una extensión de soberanía antártica hasta el paralelo 50°, que implicaba reclamar la Isla de los Estados y parte de la Tierra del Fuego argentino-chilena.

El izamiento de la bandera argentina en la bahía de Ushuaia aquel 12 de octubre de 1884 fue el primero que se hizo formalmente en la región, y marcó un punto de inflexión en los riesgos de pérdida de soberanía provenientes de los términos del conflicto por las Islas Malvinas: la alegación del agregado diplomático británico tras la usurpación de 1833 fue que se trataba de tierras sin reclamar y sin presencia de Estados, tierras libres, sujetas al derecho de gentes y a la declaración de soberanía por quien la explorase y ocupase, con primer reclamación por la parte británica. Durante varias décadas posteriores a 1833 las actas de la legislatura de Buenos Aires registraban preocupantes informes sobre posibles exploraciones y asentamientos británicos en la costa patagónica. Al sur de Carmen de Patagones era muy difícil controlar todas aquellas costas deshabitadas.

Cuando llegó al canal de Beagle la expedición argentina, en aquel 1884, se estaba completando un quinquenio de avance estatal hacia las fronteras, bajo el mando de Roca, primero como ministro y comandante, luego como presidente de la Nación. El carácter contradictorio y traumático de aquel avance es un hecho histórico conocido. Pero en lo que a Ushuaia concierne, la llegada de la expedición en 1884 se produjo justo a tiempo. Sobre los techos de una misión religiosa anglicana a cargo del Pastor Bridges, ondeaba una bandera británica.

La fecha, 12 de octubre, coincidía con el cuarto aniversario del inicio de la presidencia de Roca.

El comandante Augusto Lasserre, a cargo de la expedición, fue el encargado de conducir una breve negociación que, en término amigables, permitió el rápido retiro de la enseña británica y el izamiento de la Argentina, con juramento de lealtad al país por parte de marineros, soldados, miembros de la misión y familias de pueblos originarios que se hallaban junto a ella. Todos los recuentos de aquel evento ratifican los buenos términos de la negociación y la buena disposición de Bridges, quien argumentó que izó la bandera británica por no poseer una argentina, y que lo hacía para enseñar ceremonias y símbolos de patria a los nativos. Algunas versiones no documentadas aseguran que a Lasserre se le escapó un “… la bajo a cañonazos” en la negociación, pero los términos amigables prevalecieron.

Lo cierto es que, prometida la obediencia a la bandera argentina, la misión de Thomas Bridges pasó a ser parte del recién fundado Fuerte Ushuaia. Lasserre formalizó la constitución de la subprefectura naval, mandó construir edificios públicos y un consolidado de acceso portuario, avitualló el lugar e inició así lo que pronto sería conocido como la población de Ushuaia, futura ciudad, capital de Tierra del Fuego.

La acción fue decisiva para controlar el paso interoceánico más importante del continente (sería superado en 1903 por el canal de Panamá) y asegurar la protección de la soberanía argentina, coronando un trabajo que en los años anteriores cartografió toda la costa patagónica, exploró la Isla de los Estados y construyó allí un faro y una estación de salvamento en un sitio tan extremo y hostil que sería escenario de un folletín de Julio Verne: “El faro del fin del mundo”.

Fue una proeza coherente con la trayectoria de Lasserre. Hijo de un periodista y militar de origen francés (Juan Lasserre), participó en batallas navales durante las guerras civiles en las décadas de 1850 y 1860, y nuevamente en 1874. Como marino civil viajó varias veces a las islas Malvinas; del último de esos viajes surgió una de las mejores descripciones de las Malvinas que se hayan escrito, publicadas por entregas en el diario que dirigía su amigo José Hernández, el poeta y periodista. Fue durante muchos años jefe de la estación naval argentina en Río de Janeiro, y como homenaje a su labor, a fines de aquel año 1884 le fue encargado traer al país el primer barco acorazado de guerra argentino, desde Italia. El barco fue bautizado Patagonia en homenaje a su expedición.

Que las fronteras de nuestra región fueron difusas desde su creación lo muestra no sólo el constante flujo social, económico y cultural; también los protagonistas. Lasserre, por ejemplo, nació en Montevideo, dato que durante más de un siglo fue esquivo por falta de documentación, y por entusiasmo historiográfico en tiempos de nacionalismo: ¿cómo no iba a ser argentino el fundador de Ushuaia? Pero era uruguayo.

Mira también

Nuestro Epígrafe – Boletín Informativo del IEALC – Nº4, 26 de Septiembre de 2023.

«Gobierno o individuo que entrega los recursos naturales a empresas extranjeras, traiciona a la patria». …