Observatorio Latinoamericano Nº 12 «Dossier Argentina: 30 años de democracia», noviembre de 2013
El 10 de diciembre de 2013, en la Argentina, se cumplirán 30 años desde la asunción de Raúl Alfonsín como Presidente de la Nación. Concluía, de esta manera, un período signado por el terrorismo de Estado cuyo saldo más trágico fueron los miles de argentinos y argentinas secuestrados y desaparecidos. La dictadura militar instaurada en marzo de 1976 desplegó un plan sistemático de desaparición forzada de personas que incluyó el robo de bebés nacidos en cautiverio y que se acompañó con la eliminación de símbolos, discursos, imágenes y tradiciones. Este aspecto destructivo de la dictadura militar dejó sobre la democracia una herida aún abierta, un no-cementerio, como lo llama Florencia Levín (2013), en la historia reciente de la Argentina. Sin embargo, a ese plan destructivo y desmovilizador, sumó otro de carácter constructivo-productivo (Burkart, 2012), por el cual a través de políticas de Estado que afectaban a distintas esferas de la sociedad y el Estado procuró refundar o regenerar la sociedad argentina en un sentido autoritario, excluyente y conservador. Este último aspecto también ha dejado su herencia sobre la democracia que se inauguró ese diciembre de 1983. Se trató de un legado, especialmente gravoso para la sociedad argentina, que se localizó en el plano económico y social: durante la última dictadura, la desigualdad social se profundizó como consecuencia de políticas económicas antipopulares.