Nuestro epígrafe. «América, desnuda tu espada justiciera…»
Nuestro Epígrafe – Boletín Informativo del IEALC – Nº3, Septiembre 2023.
Olegario Víctor Andrade (1839 – 1882)
En septiembre de 1880 y mayo de 1881 Olegario Andrade escribió los poemas “La libertad y la América” y “Atlántida”, respectivamente, ambos de tema americano, completando una trilogía que se iniciara con “Nido de Cóndores”, en 1877. El fragmento que compone nuestro epígrafe es del poema de septiembre, y presenta, como el resto de la trilogía, una doble preocupación: el riesgo de reaparición de presiones económicas y militares de potencias europeas, y la búsqueda de un discurso identitario latinoamericano, capaz de asimilar la tradición grecolatina en una creación original y adaptada al propio devenir histórico.
De lo primero, sobraban ejemplos recientes: la invasión francesa a México, los bombardeos navales españoles sobre Chile y Perú, nuevas presiones españolas sobre el Perú en el contexto de su creciente debilidad en la guerra del Pacífico, la amenaza inducida por Manuel Quintana, de un bombardeo británico sobre la ciudad de Rosario por el conflicto en torno a la sucursal rosarina del Banco de Londres en 1876.
Lo segundo era parte del marco cultural de la generación de Andrade, y muy especialmente de aquella formada en el Colegio Histórico del Uruguay. Apenas al mes siguiente de este poema, otro egresado del Colegio Histórico, Julio Argentino Roca, asumía la presidencia de la Nación iniciando un nuevo ciclo político. El poema “Atlántida”, presentado en mayo del año siguiente, fue precisamente solicitado por Roca como consigna convocante de los Juegos Florales de 1881 en la ciudad de Buenos Aires. El nuevo presidente solicitó un «Canto al porvenir de la raza latina en América».
El fragmento de nuestro epígrafe expresa con mucha síntesis tanto la trayectoria poética de Andrade como sus preocupaciones americanistas. América entonces, y no Latinoamérica, era parte de la lógica reacción frente a la pretensión toponímica francesa en pleno intento de agresión imperial sobre territorio continental americano.
Las referencias a la cordillera y al viento pampero evocan tanto la unidad de tres naciones independientes desde la epopeya sanmartiniana, aunque también muestran como pocas estrofas el estilo de Andrade: épico y a la vez lírico, encabalgado en la segunda, pero homenajeando a la primera generación romántica.
La referencia a Maipo y Junín es contundente como síntesis de la liberación de América del yugo colonial en diferenciación de la lectura de Mitre, de quien era famosa ya su obra Historia de Belgrano y de la independencia argentina, y quien publicaba ya artículos que preanunciaban su Historia de San Martín y de la emancipación sud-americana.
En ambas obras, Mitre marcaba una superioridad fundamental en San Martín sobre Bolívar en estrategia política y militar, en su visión como estadista, su aporte a la independencia sudamericana y sus cualidades morales. En Andrade, el cierre de la estrofa es contundente: la batalla conducida por San Martín que selló la independencia de Chile, y la conducida por Bolívar que selló la de Perú, preparando la victoria final de Ayacucho, en iguales alturas.
En su tiempo, y en las décadas posteriores a su fallecimiento todavía joven (41 años) poco después de esta trilogía, se mencionó a Andrade como posible poeta nacional de la Argentina. En el siglo XX, el martinfierrismo puso en la obra de José Hernández el lugar del poema nacional. Curiosamente, ambos maceraron sus obras en la provincia de Entre Ríos y en fuertes vínculos con Uruguay y Brasil, donde ambos pasaron momentos de sus vidas. A lo largo del siglo XIX las fronteras entre los países del actual MERCOSUR fueron porosas. Destierros, migraciones en busca de libertad o prosperidades personales, circuitos comerciales o periodísticos transfronterizos, todo fue oportunidad para la mixtura genética, social o cultural.
Aunque no forma parte de los casos de intelectuales con residencia en varios países de la región, Olegario Andrade fue uno de los muchos argentinos nacidos en Brasil en aquellos tiempos.
Nació en Alegrete, Río Grande Do Sul, en marzo de 1839, pero su infancia transcurrió en Gualeguaychú, Argentina. Allí quedó huérfano de madre y padre, aún niño, y allí también el comandante militar de Gualeguaychú, Rosendo María Fraga, lo recomendó para una beca de estudios ante el general Urquiza, por sus tempranas habilidades literarias. Cursó en el recién creado Colegio Histórico del Uruguay, donde compartió aula con Eduardo Wilde, Julio A. Roca, Onésimo Leguizamón, Victorino de la Plaza, que serían -junto a otras- destacadas figuras de la política y la cultura.
En 1857, apenas mayor de edad y egresado del Colegio, Urquiza quiso enviarlo a formarse a Europa, propuesta que declinó, generándose desde entonces una oscilante relación con su mentor que se mantendría con altibajos hasta la muerte de éste. Optó por casarse muy joven, formando familia con María Eloísa González, uruguaya, con quien tuvo cinco hijos.
La oferta de Urquiza no podía ser más tentadora: acompañaría a Alberdi en la legación argentina en París. La alternativa, temeraria: quedarse sin el mecenazgo. Andrade se dedicó desde entonces y hasta el fin de su vida, al periodismo.
Fue periodista en Santa Fe, luego secretario del presidente Derqui y periodista en Paraná. Tras la disolución de la Confederación se radicó en Gualeguaychú donde defendió desde sus periódicos la política de Urquiza y su oposición a Mitre en dos periódicos cuyo nombre prestigió: El Pueblo Entre Riano (en colaboración con miembros de la familia uruguaya De María) y El Porvenir, donde publicó en forma de folletín primero, y cuadernillo luego, “Las dos políticas. Consideraciones de Actualidad”, un auténtico manifiesto del pensamiento, posición política y diagnóstico de situación del derrotado Partido Federal frente al gobierno Mitre. Clausurado este último periódico en 1867 por presión del Poder Ejecutivo Nacional sobre Urquiza, Andrade emigró a Buenos Aires donde retomó la pluma opositora en El Pueblo Argentino, apoyando la candidatura presidencial de Urquiza en 1868.
El asesinato de Urquiza en 1870 y el levantamiento inmediato de López Jordán en Entre Ríos lo pusieron en una posición extremadamente difícil en lo personal, pues condenó el crimen y el levantamiento, y a la vez fue represaliado como federal por el gobierno nacional. Debió refugiarse en un puesto de bibliotecario en Concordia hasta reencontrar espacios de articulación política que le permitiesen salir del ostracismo y el riesgo de prisión o atentados.
Halló esos espacios en el ciclo abierto en 1874 con la victoria electoral de Avellaneda y la completa derrota militar del levantamiento mitrista, que llevaría a Roca al cenit de su prestigio, y al puesto de ministro del gobierno nacional. Andrade volvería al periodismo en La América y llegaría a dirigir La Tribuna Nacional, a ser electo Diputado Nacional en 1878 y reelecto en 1881, ya con Roca como presidente.
Su muerte temprana impide saber hasta dónde pudo haberse desarrollado su obra poética y periodística, y en qué medida su pasión americanista pudo retomar una línea compartida en las décadas de 1850 y 1860 por figuras ligadas al federalismo del Litoral Argentino como Francisco Bilbao, Vicente Quesada, Benjamín Victorica, Alfredo Marbais Du Graty, Marcos Sastre, Ruperto Pérez, Francisco Fernández, Eusebio Ocampo, entre otros, o socialistas románticos como Alexis Peyret y Alberto Larroque, ligados a los proyectos de colonización y educación del urquicismo en la región. Su obra, más de cien años más tarde, llamó la atención de Nicolas Schumway como parte de una de las tres grandes corrientes identitarias en la conformación del relato ficcional-orientador de Nación forjadas en Argentina, en una tensión todavía no resuelta hoy.